Los familiares de un vecino de Valencia de Alcántara (Cáceres), recientemente fallecido, no salían de su asombro cuando, durante el entierro, en medio del silencio general, comenzó a sonar un teléfono móvil "fuerte e insistentemente" en el interior de su féretro.
Más aún cuando sabían que el fallecido no había llegado a tener teléfono móvil en vida.
Ni el sacerdote oficiante ni los familiares del fallecido se atrevieron a abrir el féretro, y fue el sepulturero el que lo hizo.
Allí se comprobó que, efectivamente, era un móvil y que el mismo pertenecía a un empleado de la funeraria a cuyo cargo corrieron los trámites fúnebres.
Según manifestó este empleado, el teléfono debió de caerse al interior de la caja mortuoria cuando el trabajador colaboró para introducir el cuerpo.
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